Hay un valle al
norte de Extremadura que lleva el nombre de un río antiguo, un río que parece
manso, pero que truena en su fondo de piedra con remolinos mortales. Es un
lugar hermoso, estrecho y fértil. En lo alto de las montañas, bajo las puntas
nevadas crecen los castaños, esos que visten de color naranja el suelo durante
el otoño. Es el Valle del Jerte, un lugar de peregrinación obligada para todo
aquel que disfrute de la magia de la naturaleza.
Durante apenas
un par de semanas al año las laderas de las montañas y hasta la orilla del río
se cubre de flores blancas. Son los millones de cerezos plantados que florecen
entre la última semana de marzo y los primeros días de abril.
Casi desde
cualquier sitio se pueden obtener imágenes preciosas de los pueblos rodeados de
árboles blancos y de las sonoras gargantas que llevan sus aguas al Jerte. Este
año, los brotes están listos para abrir en las ramas de los árboles, pero la
lluvia no ha permitido la floración, aunque ya estamos en las fechas normales
de otras temporadas. Sin embargo, la naturaleza es sabia y persistente y sólo
espera unos días a que llegue el sol cálido de la primavera para abrir las flores que después se convertirán en rojas cerezas.
Los que vivimos cerca de este bello lugar, miramos al
cielo cada mañana y preguntamos ¿cuándo llegas primavera?
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